Las líneas genéticas del toro de lidia, conocidas como encastes, son el resultado de siglos de cría y selección cuidadosa por parte de ganaderos que buscaban preservar y potenciar características específicas de bravura, nobleza y resistencia. Cada encaste tiene particularidades que lo diferencian, desde su comportamiento en la plaza hasta su morfología. Por ejemplo, los toros del encaste Domecq son conocidos por su nobleza y gran adaptación al toreo moderno, mientras que los de Miura destacan por su tamaño imponente, fuerza descomunal y temperamento impredecible. Otros encastes, como Vega-Villar, se reconocen por su bravura constante, y los de Santa Coloma por su elegancia y tamaño más reducido. Estas líneas genéticas no solo definen el carácter y el desempeño de los toros en el ruedo, sino que también representan la riqueza y diversidad de la tauromaquia, con cada ganadería aportando su sello distintivo al linaje de estos animales excepcionales.
